POEMA IV
¡Ay, quien les oyera!
A los cisnes de loto y de granito
cantar sus arias del odio y de locura
bajo las cúpulas vibrátiles de los sauces
Ay, quien les viera
A los minotauros niños
con sus trajes de primera comunión tallados en piedra mientras avanzan litúrgicos rituales
por las calles de agua de los sueños.
Ay, quien fuera
la primera voz
y la trompeta
del arcángel final, y el eco
que desde la primera voz a la trompeta
une
los muros del viento
dónde hacen su nido
la cometa y la palmera.
Ay, quien tuviera
para jugar
por muñeca un águila real
y para tirar del coche de madera
un unicornio volador.
Ay, quien hubiera
tenido como cuna el mar
las cometas por canicas, el sol
como peonza y las estrellas
como amigos para jugar
a las prendas con ellas.
poema inédito de Ricardo López Aranda - Libro: A la Deriva
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Como en la noche pasa
un tren, pasa una cometa